He leído resúmenes de las 'lecciones' que deja Steve Jobs tras su muerte, casi todos a partir de sus propias palabras.
El discurso de graducación en Stanford es una obra maestra, no sólo como retórica, sino como ejercicio de 'rendición de vida'. Puede
verse o
leerse sin que pierda emoción ni capacidad para provocar una reflexión de largo alcance sobre el sentido de una carrera profesional.
Están también las lecciones de los hechos, sujetas a interpretación. ¿Qué he aprendido de Steve Jobs? ¿Qué he aprendido de un diseñador de productos con una trayectoria especialmente intensa?
Hay
dos aspectos claves en su filosofía de trabajo: la apuesta por el camino o la
vía media y la
integración de elementos —hardware y software, cuerpo y alma, configuración y uso—.
El descubrimiento del
'camino medio' supone un punto de inflexión en el aprendizaje del príncipe Siddharta. Jobs era budista, no por nacimiento sino por convicción. Al iniciar su retiro, Siddharta siguió el camino de privaciones tradicional en los yoguis. Cuentan que pasó una barca por el río frente al que se sentaba y vió un músico tocando una guitarra. 'Si la cuerda se tensa demasiado, se rompe', pensó. 'Si no se tensa, no suena.' En ese momento una joven le ofreció un cuenco de arroz y rompió el ayuno iniciando un nuevo ciclo de meditaciones hasta sentirse iluminado.
Esta vía intermedia está expresada de otra manera en el segundo precepto del oráculo de Delfos. 'Conócete a ti mismo', decía una inscripción en la entrada. Y después: 'Nada en exceso'. Puede entenderse como un camino de moderación. También como una práctica de innovación.
En los años setenta ya existía la tecnología necesaria para diseñar ordenadores personales. Pero el mercado estaba divido en dos grandes grupos: las grandes computadoras para empresas, lideradas por IBM, y las calculadoras programables para técnicos e ingenieros de Texas Instruments. Steve Jobs tomó el 'camino medio' como una provocación, como una llamada. Y diseñó un dispositivo que ocupase el lugar intermedio: el ordenador personal. Demasiado limitado para una gran empresa, pero útil para profesiones técnicas y no técnicas, tanto como para tareas personales.
El reto era pensar en la 'informática distribuida', descentralizada, lo que ha supuesto que hoy hablemos de la sociedad del conocimiento. Tal vez existiría internet, pero conectaría sólo instituciones, no particulares. Sería un servicio para universidades y grandes empresas, no accesible a particulares. Esta visión revolucionaria a partir del 'camino medio' se expresa en la
primera gran campaña de Apple, en 1983. Hay una apuesta por quebrar las relaciones verticales en favor de la horizontales, de las relaciones entre pares. De crear un nuevo sentido de autonomía a través de la gestión de la información.
El éxito del Macintosh, supuso también la salida de Jobs de Apple, al que acusaban de haber creado una empresa fracturada entre productores y diseñadores. El visionario contrató un CEO, John Sculley para asegurar la empresa en el mercado, mientras él centraba su atención en un pequeño equipo de 'selectos' diseñadores que se sintieron una élite. La fractura se pagó con la salida de Jobs.
A su regreso, en los noventa, Jobs volvía a las andadas con el 'camino medio'. La industria microinformática se escindía en dos mercados: portátiles y sobremesa. Jobs analizó ventajas e inconvenientes. El resultado fue el iMac: un ordenador con la ergonomía de un ordenador de sobremesa, pero integrando todos sus elementos en lo que entonces era un 'huevo', sin disquetera y con conexiones USB.
El reto más complejo, sin embargo, fue el
iPhone. En primer lugar porque escapaba a los dominios de la informática. Aunque Apple ya tenía experiencia con los iPods. En un primer momento, el problema era similar: encontrar no una una vía media, sino una vía de integración entre los dos dispositivos más extendidos: el teléfono inteligente (Blackberry) y la agenda electrónica (Palm) en torno al iPod.
Se convirtió en un reto de
gestión de conocimiento. En realidad, la pregunta era, '¿qué sabemos hacer y cómo se puede integrar?' Sabemos de procesadores, de pantallas táctiles, sabemos de comunicaciones, sabemos de software, de memorias y baterias, de usos para el ocio, la comunicación y el trabajo. ¿Se pueden integrar en un sólo dispositivo? ¿Cómo sería?
Así nació el iPhone: metiendo en una batidora un teléfono y una agenda electrónica, un reproductor de música y una miniconsola para juegos. Sólo podía funcionar haciendo un esfuerzo por pensar hardware y software como un único diseño. Lo que haría aparecer la AppStore como modelo de negocio.
Finalmente el iPad, el último reto, vuelve a la pregunta clásica, a la raíz: ¿Cuál es el 'camino medio'? En este caso, entre los portátiles y los teléfonos. ¿Tendría sentido un iPhone que pareciese un portátil? ¿Y un portátil que pareciese un iPhone? En la
presentación del iPad, el propio Steve hace visible esta reflexión.
Podría resumir la lecciones de Steve Jobs como una manera concreta de
abordar (y construir) la realidad a través de algunas
preguntas clave: ¿Cuál es el estado del arte? ¿Qué distinciones se hacen, cómo se fragmenta? ¿Cuál sería el camino medio? ¿Cómo articular diferentes saberes en un uso sencillo, al alcance de cualquiera? ¿Cómo diseñar un producto bello, donde se hayan integrado la estructura y sus funciones?
Steve Jobs, como diseñador de productos, es un ejemplo claro del poder de la forma en acción. Dirige el esfuerzo en entornos cambiantes a través de cuestiones clave, de una forma de percepción que surge de un trabajo continuado, una especie de 'jardinería de la mente': lealtad a unas pocas ideas, flexibilidad en la práctica.